jueves, 13 de abril de 2017

Salud y República

Hace unos años, en un viaje a Polonia, unos amigos me presentaron a un tipo, bastante pedante por otra parte, que al enterarse de que era español me preguntó:"¿y qué se siente siendo súbdito?" no supe que contestarle. Nos acercamos al 14 de Abril, día de la proclamación de la segunda República española en 1931. En las elecciones celebradas el Domingo día 12 los diversos partidos republicanos consiguieron una amplia victoria en 41 capitales de provincia y según el marqués de Hoyos "las noticias en los grandes pueblos son aún peores". En palabras del Presidente Aznar (el de entonces, tío abuelo "del nuestro") "¿qué mayor crisis que la de un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano?". Efectivamente, la mañana del día 14 el comité revolucionario manifiesta no poder garantizar que el pueblo respete la integridad del rey Alfonso XIII y esa misma noche éste sale de España.

   Es hermoso recordar aquellos días en que el nuestro se convirtió en un país revolucionario, a la vanguardia del mundo, pero es más hermoso pensar en La República que queremos construir. Los devaneos y miserias de la Casa Real son por todos conocidos hoy por hoy. Esto ha puesto en la calle el debate sobre la continuidad del rey y sobre la continuidad de la corona. Está bien que sean los errores, por otra parte intrínsecos, de la propia monarquía los que nos hagan hablar de su continuidad, pero nos olvidamos de una cosa: ni honrados ni ejemplares ni austeros ni, como es el caso, todo lo contrario: no queremos reyes. No queremos una institución que nos convierte en súbditos antes que en ciudadanos y que por tanto, nos tutela. No queremos tutelas, queremos soberanía popular y esta es incompatible con un rey que es, por definición, soberano.

  

   Sin embargo, la mera ausencia de rey no significa que haya República (La República). La mayoría de los países "de nuestro entorno" carecen de una Jefatura de Estado hereditaria sin ser por ello repúblicas plenas. Por comparación con ellas, se extiende desde la transición la falacia de que, a pesar de ser monarquía, España cuenta con una Constitución republicana. No es cierto. La Constitución española no concede la plena soberanía al pueblo desde el momento en que veta su participación en la vida pública. Lo vimos hace 4 años con la tramitación parlamentaria de la Iniciativa Legislativa Popular presentada por la PAH con el respaldo de un millón y medio de firmas. El congreso desvirtúa la ILP a su antojo, vaciando su contenido, pasándola por la picadora y haciendo de ella algo totalmente contrario a lo propuesto por el pueblo. En una Constitución que conceda la soberanía plena, una ILP no se modela en un parlamento, se vota en un referéndum. La República, como depositaria de la soberanía popular, sólo responde ante el pueblo y es  su  herramienta para protegerse de los poderes ajenos a él, por tanto, debe garantizar todos los servicios que le sean necesarios para su bienestar y desarrollo y debe protegerlos de aquellos que se los quieran apropiar en beneficio propio. Una constitución republicana debe dejar claro que los servicios al pueblo pertenecen al pueblo y a nadie más. Simplemente con acabar con la monarquía no llegará la soberanía plena y por tanto, no llegará La República, estaremos ante un simple maquillaje y una oportunidad perdida.

   En estos momentos en que la monarquía o la figura del rey parecen débiles, es fácil pensar que su final está cerca pero no conviene precipitarse: Distintas partes de la derecha, desde fascistas hasta liberales, cuentan con movimientos republicanos que simplemente pretenden acabar con la monarquía. Los liberales porque supone un brazo más del Estado que les estorba, un gasto evitable perfectamente, aunque entregan la soberanía a su nuevo rey: el dinero. Y los fascistas están dispuestos a convivir con la monarquía siempre que esta se pliegue a sus exigencias o aspiran simplemente a sustituirla. Por eso debemos tener cuidado con los compañeros de viaje que hacemos en este viaje hacia La República, puesto que aunque buscan acabar con la monarquía, no todos buscamos el poder del pueblo.


   En los años precedentes a 1931, como hoy, se veían del lado del pueblo las banderas tricolores republicanas en todas las manifestaciones y actos de protesta. Entonces contra el régimen de Alfonso XIII y la dictadura de Miguel Primo de Rivera y hoy contra Felipe VI, la democracia burguesa y la dictadura del capital. Entonces y ahora simbolizan lo mismo: El gesto de rebeldía de un pueblo que no se rinde, que quiere soberanía y libertad, que anhela la igualdad entre hombres y mujeres de toda condición, que busca la justicia para los desfavorecidos y el fin de la opresión, es el grito mudo de un pueblo que se siente por fin maduro y capaz. Si aquellos hombres y mujeres, nuestros abuelos, fueron capaces de hacerlo, nosotros, sus herederos, también seremos capaces de hacerlo y conseguiremos La República con nombre y apellidos: Socialista y de Clase.

                                                                    SALUD Y REPÚBLICA

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